Desde hace muchos años me habían hablado de la peregrinación anual de los jóvenes al Cubilete, pero nunca había tenido la oportunidad de participar hasta este año, teniendo una grata experiencia de la Marcha y con la esperanza de que el próximo año los jóvenes Claretianos de México podamos participar y unirnos a la experiencia de encuentro con tantos más de todo el país que se congregan el último sábado de enero para peregrinar.
En la subida al Cubilete (casi 10 km) hay muchas historias por contar, muchos encuentros por narrar, muchas vidas que se cruzan y que terminan por teñirse de una misma experiencia, el amor de Dios y los vínculos que se tejen que expresan que Dios ama este mundo pero nos compromete a transformarlo, y es la conciencia de muchos de estos 30 mil jóvenes que marcharon el 27 de enero hacia Cristo Rey.
La primera cosa que me llamó la atención estando en la sacristía a punto de celebrar la Eucaristía en la Basílica de Guadalupe junto con Mons. Héctor Mario y otros sacerdotes Operarios de Cristo Rey es que me enteré que en realidad si bien es una peregrinación, tiene un enfoque particular, y es sobre todo una Marcha juvenil que este año tuvo como lema «Participación ciudadana y libertad religiosa»; esto llamó mucho mi atención, porque a lo largo de los distintos eventos que hubo hasta el cierre en la Eucaristía se proponía a los jóvenes encargarse de la realidad, particularmente frente a las elecciones de este año.
La marcha concluyó con la Eucaristía donde al iniciar una chica tomó la palabra con un discurso fuerte y contundente, en el que resonaban las voces de tantos jóvenes cristianos que consideran que ser cristiano no es simplemente rezar o estar encerrados en una Iglesia, sino transformar la realidad desde Dios. Por lo interesante de lo que dijo, cito a continuación algunas palabras de su discurso:
[…] Dios nos pensó para este momento, nos pensó para esta nación […] pregúntate por qué te pensó para este instante, donde pareciera que reina la inseguridad, la falta de oportunidades, la pobreza, la desigualdad. Porque sabía que tú eras necesario para esta historia. A eso nos llama Cristo Rey en este día, a ser parte de un trabajo complejo, pesado y lleno de sacrificios. Para vivir evangelizando en todas las dimensiones políticas, en la educación, en la salud, en la Iglesia, en las leyes, en el medio ambiente, en nuestros hogares. Eso es participar, recordando que no solamente somos católicos, también somos ciudadanos, de una nación fuerte y digna, donde su panorama es esperanzador. Cuando ves una cara de la juventud y te das cuenta que somos aspiracionistas, listos para salir adelante, listos para quitarle a México su fama de inseguro y violento y darle su lugar como un país rico de seguridad en sus ciudadanos. Hoy el mensaje es breve porque la tarea es mucha, los católicos tenemos libertad, hay que defenderla […] porque con ella hay que ser partícipes de la toma de decisiones. La historia de los evangelizadores nos muestra cómo ellos tuvieron que atravesar inclemencias para hacer suya la Palabra de Dios; este es nuestro momento en la historia. Nuestra manera de hacer nuestro el Evangelio, viviendo y trabajando por la construcción de la civilización del amor. ¡Ay de mí si no evangelizo! ¡Ay de mí si no vivo por mi hermano! ¡Ay de mí si no construyo para bien mi Patria! No nos es lícito permanecer ociosos e indiferentes frente a esta realidad; este año México cuenta con sus jóvenes […] Los jóvenes queremos trabajar y construir como equipo nuestra Nación. Hay que decirlo, y que quede claro, pedimos participación ciudadana y exigimos libertad religiosa. […] Seamos fieles a nuestro Santo Padre el Papa Francisco, el cual, incansablemente nos ha insistido a vivir en el servicio de los demás. ¡Queremos una nación en paz, libre de violencia y del imperio del crimen organizado […]! No nos es lícito ser católicos y permanecer indiferentes. […]
Y así, con la Eucaristía que une corazones y celebra la vida concluyó esta Marcha nacional juvenil a Cristo Rey; una experiencia que, como siempre en este tipo de encuentros, me hace confirmar que los vínculos, los rostros de quienes caminan juntos, van tejiendo esto que llamamos vida.