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Andrés Solá Molist CMF

La vida del Padre Andrés Solá Molist CMF inspira nuestro camino de preparación para celebrar los 100 años de su martirio, sigue hacia abajo para conocer más de su historia.

Su historia

Andrés Solá Molist es un español-catalán trasplantado en México como sacerdote y misionero claretiano. Español de nacimiento, México va a ser su nueva patria, y en México va a derramar su sangre como mártir. Él mismo habría manifestado en los días aciagos de la persecución callista su disposición a ofrendar su vida por su México y por la Iglesia en su nuevo país de adopción.

     Había nacido el 7 de octubre de 1895 en un rancho (“massia” en catalán) conocido con el nombre de Can Vilarrasa, situado en el municipio de Taradell, en España. Fue bautizado al día siguiente en la iglesia de su parroquia, y confirmado el 10 de mayo de 1896 en Vic. Sus padres eran campesinos y no habían nunca aprendido a leer ni a escribir.

     Familia sencilla y muy radicada en la fe de sus mayores, los Solá Molist tuvieron once hijos. Andrés era el tercero.

     Andrés "desde jovencito mostróse muy piadoso,  confesándose cada ocho o quince días”.

Su vocación de misionero claretiano

Durante la predicación de un misionero claretiano a Andrés y a su hermano Santiago les llamó la atención aquel padre misionero. Quisieron ser como él: misioneros claretianos. Entraron en el seminario. Primero ingresó Santiago en 1908. Al año siguiente lo siguió Andrés. Fue avanzando en las etapas de su formación hacia el sacerdocio con notas máximas a lo largo de todo aquel camino. Ello nos indica que nos encontramos ante un joven despierto e inteligente en grado notable.

     Su vocación de religioso claretiano fue una clara y decidida decisión suya. Su autenticidad la demuestra la siguiente anécdota: "Hacia 1908 queriendo trasladarse la familia de Sentforas a Alpéns, su padre llevó a Andrés para que viera la casa que allí se les ofrecía, y le preguntó: “¿te gusta la casa?” Y Andrés contestó: “Me gusta mucho, pero mi vocación es de misionero". Hizo su noviciado en la antigua ciudad universitaria catalana de Cervera (Lérida) en 1913.

     Emitirá sus primeros votos religiosos el 15 de agosto de 1914, y la definitiva o perpetua otro 15 de agosto de 1917. Tras sus votos religiosos continuó sus estudios de filosofía y de teología. Andrés recibió la tonsura clerical junto con 57 condiscípulos, en Cervera el 18 de julio de 1915, de manos de un obispo claretiano, misionero entonces en la isla africana de Fernando Poo (hoy llamada Malabo). Continuaría acercándose al sacerdocio. La ordenación sacerdotal la recibirá en la ciudad española de Segovia, en la capilla del palacio episcopal el 23 de septiembre de 1922. Durante el curso 1922 1923, se preparó al ejercicio del ministerio de la predicación en la ciudad castellana de Aranda de Duero (Burgos).

Destinado a México demuestra su incansable celo apostólico

El 1 de julio de 1923 el Padre Solá fue destinado a México. Se embarcó para su nueva patria de adopción junto con otros cinco misioneros claretianos el 25 del mismo mes, y desembarcaron en Veracruz el 20 de agosto. Llegaron a la ciudad de México el 28 de agosto, y al día siguiente visitaron a la Virgen de Guadalupe en su casita del Tepeyac, poniendo su ministerio bajo la protección de la Morenita.

     Fue destinado a Toluca como profesor del Seminario menor claretiano y a la predicación. A finales de 1924 pasó a León como misionero popular. Comenzó sus tareas apostólicas en la iglesia del Corazón de María de los misioneros claretianos en la ciudad.

     En una carta a sus padres del 10 de febrero de 1925, habla de que ha ya predicado más de 20 sermones en los pueblos y ciudades de la comarca. En otra carta a sus padres del 17 mayo 1925, habla ya de 80 sermones predicados; y un año más tarde, también en otra carta, les dice que desde su llegada a México ha predicado 700 sermones. Pasaría también unos meses del verano de 1925 en la parroquia de Axtla, de la diócesis de San Luis Potosí.

Sacerdote en la clandestinidad

Las llamadas “leyes” en materia religiosa, en el caso de los extranjeros eran aún más duras. El mismo presidente Calles el 26 de marzo de 1925 enviaba un telegrama a todos los gobiernos de los Estados, en el que exigía “la aplicación estricta del Art. 130, por el cual sólo se permite ejercer el ministerio sacerdotal a los mexicanos de nacimiento”. Según tales disposiciones el Gobierno detuvo y expulsó de la República, en condiciones infrahumanas, a todos los sacerdotes extranjeros que logró apresar. Los padres claretianos de León, para evitar el arresto y la expulsión, se refugiaron con familias amigas. Por ello el P. Andrés Solá se amparó en los primeros días del mes de febrero de 1926 en la casa de las señoritas Josefina y Jovita Alba. Al principio no salía de aquella casa donde muchos fieles acudían para confesarse u oir misa; llevaba a los domicilios la Comunión eucarística (algunos días hasta 300) y asistía a los enfermos. No hay que olvidar que enseguida el culto católico no sólo fue restringido por el Gobierno, sino que ante tal falta de garantías los mismos obispos mexicanos habían protestado suspendiendo el culto público, por lo que el ministerio sacerdotal se refugió en la clandestinidad.

     En 1926 arreció la persecución. Los templos estaban cerrados, los sacerdotes en la clandestinidad, y la guerra cristera en curso por los Estados del centro y del occidente central de México. Por ello en marzo de 1927 su superior ordenó al P. Andrés que dejase León y fuese a México. Allí estuvo sólo unos cuantos días. Seguramente convenció a su superior a que le dejase volver a León para poder continuar su ministerio en una ciudad extremamente necesitada de la presencia de los sacerdotes. Se lo permitió. Volvió a León a comienzos de la Semana Santa, hacia el 10 de abril de 1927.

     El 23 de abril, a las 8 de la noche, su Superior Padre Santesteban, le hizo llegar una carta en la que le comunicaba la existencia de una orden de detención contra él y le invitaba a suspender sus actividades ministeriales, a huir o a esconderse mejor cambiando de casa. Pero el P. Andrés no le hizo caso. Los testigos narran que al recibir la carta la guardó y riéndose habría dicho: "¡Qué tanto miedo! A mí no me ha de pasar nada"

El camino al martirio

El P. Solá conoció la detención del P. Rangel aquel mismo sábado 23 abril 1927. Organizó inmediatamente una Hora Santa para el día siguiente, domingo 24, de diez y cuarto a once y cuarto en casa de las señoritas Alba. Poco después de terminarla fue detenido por la ingenuidad de unas buenas señoras, que, con la aprobación del mismo P. Solá, habían ido a la Comandancia militar a pedir al General Sánchez la libertad del P. Rangel. Fueron maltratadas de palabra y amenazadas. Salieron de prisa para ir a donde se encontraba escondido el P. Solá para referirle lo ocurrido. Sánchez había dispuesto que las siguiesen unos agentes de policía.

     Tras ellas entraron en la casa los agentes. Eran cerca las doce del mediodía. Detuvieron inmediatamente a un seglar que allí estaba y futuro mártir, Leonardo Pérez, y a las citadas señoras y después al P. Solá. Al principio el P. Solá no fue reconocido como sacerdote, pero al registrar su habitación hallaron en ella objetos sagrados y fotografías, entre las cuales una en la que el sacerdote aparecía revestido con los ornamentos sacerdotales dando la primera comunión a una niña. El Padre confesó entonces su identidad sacerdotal. Fue inmediatamente detenido por el jefe de aquellos policías que se apoderó del dinero que encontró en su recamara. Creyeron, o fingieron creer, que el otro hombre, Leonardo Pérez, era sacerdote; les indujo a ello su manera de vestir y su actitud devota ante el Santísimo que se reservaba en aquella casa. Llevaron a los cuatro detenidos al Seminario diocesano, convertido en Comandancia Militar.

     El general Sánchez los acogió entre insultos y desprecios. El lunes, 25, el Padre Andrés Solá Molist será fusilado junto con el Padre Trinidad Rangel Montaño y el seglar Leonardo Pérez Larios en la línea ferroviaria en los Altos de Jalisco.

Conciencia clara de la posibilidad del martirio

¿Fue el P. Solá detenido por su imprudencia en el modo de ejercer el ministerio? Hay que responder negativamente. Su detención hay que atribuirla a la ingenuidad de las dos señoras, que después de haber hablado imprudentemente con el General Sánchez, volvieron a la casa donde el padre Andrés estaba escondido sin adoptar las más elementales normas de prudencia. Los soldados que seguían a las señoras entraron con ellas y detuvieron al P. Solá, a Leonardo Pérez y a las dos señoras. Aquella misma tarde en la misma casa detuvieron a otras muchas personas, entre las cuales a los jóvenes Romo, Oñate y Marín, y a la madre del Padre Trinidad Rangel.

     Parece ser que el padre Andrés confiaba demasiado en su condición de ciudadano español. Al máximo sería expulsado del país. Su juicio no era teóricamente errado.

     El P. Solá contemplaba su muerte como algo posible, y la aceptaba. Su vida de misionero popular claretiano en México fue leal y valiente como lo demuestra el ejercicio peligroso de su ministerio sacerdotal. Nos la describe el Sr. Gregorio Mesa, que le acompañaba y le ayudaba en el ministerio:

 

"Era para nosotros un héroe porque sacrificó el tiempo y la vida para consagrarse por entero al cumplimiento del deber y haciendo el bien que podía. Sus trabajos, según lo vi, son como siguen: Se levantaba, ofrecía el Santo Sacrificio de la Misa, daba la Sagrada Comunión a las personas que la pedían, después salía a las casas donde sabía que había monjas o a personas que solicitaban comulgar. Así pasaba la mañana hasta las 10 a.m. en que nos citábamos para hacer los bautismos que se ofrecían, los matrimonios y confesiones pues los bautismos eran tantos que hubo día en que se hicieron 10 de distintos Curatos, teniendo los derechos de cada Parroquia por separado para entregar al Superior (o Sr. Párroco), a quien consultaba muy frecuentemente. El día que le cayeron... tenía bastante dinero, pues ese día iba a entregarlo. Todo se lo robaron…”

Andrés Solá CMF
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