La tarde del miércoles 14 de febrero, cuando el amor se celebra de diversas formas alrededor del mundo, un grupo de jóvenes católicos decidió llevar su devoción más allá de las convenciones románticas. Los integrantes del grupo “Juventud Con Jesús y María” (JJM), bajo la guía del P. Irenius CMF, emprendieron una noble misión: imponer ceniza en los hospitales de Torreón.
Con el propósito de marcar el inicio de la Cuaresma, estos jóvenes se embarcaron en un acto de fe y servicio. Durante el día se dispusieron a llevar consuelo y esperanza a los corazones afligidos por la enfermedad y el sufrimiento. Armados con la ceniza, símbolo de penitencia y conversión, recorrieron los pasillos de los hospitales, ofreciendo sus oraciones y gestos de solidaridad tanto al personal médico como a los pacientes y sus familiares.
En medio de la rutina hospitalaria, donde el ruido y la preocupación pueden abrumar, la presencia de estos jóvenes fue un rayo de luz. Con cada imposición de ceniza, recordaban a aquellos que la recibían que no estaban solos, que había alguien más grande cargando con ellos sus cruces.
Tras esta primera acción, el compromiso de los jóvenes de JJM no se detuvo ahí. Decidieron dedicar los viernes de Cuaresma al rezo del Santo Vía Crucis, enfocando sus plegarias en los enfermos, el personal médico y los familiares que enfrentan la angustia en los hospitales de Torreón, específicamente en las clínicas 16 y 17.
Cada estación del Vía Crucis se convirtió en una oportunidad para reflexionar sobre el sufrimiento, la esperanza y el amor redentor de Cristo. En cada paso, los jóvenes encontraban inspiración para cargar sus propias cruces y seguir adelante con renovado ánimo y fe.
En medio de miradas cargadas de esperanza, fe y, en ocasiones, dolor, los integrantes de JJM compartían momentos de profunda meditación y comunión espiritual. En un mundo marcado por el ruido y la agitación, encontraban en el Vía Crucis un oasis de paz y fortaleza interior, un recordatorio de que el amor de Dios está presente incluso en los momentos más oscuros y difíciles de la vida.
Así, entre el trajín cotidiano y las preocupaciones terrenales, estos jóvenes misioneros perseveraban en su misión de llevar el mensaje de amor, esperanza y redención a aquellos que más lo necesitan. Con cada gesto, con cada oración, contribuían a iluminar el camino de quienes enfrentan la enfermedad y el sufrimiento con valentía y fe inquebrantable.